Texto por Rosa Queralt
S.T. | 2007 | Óleo y acrílico sobre cartón | 32 x 22 cm
Un suceso trágico quiebra la existencia y la actividad
de Idoia Montón a lo largo de 2004. El correr de los días se detiene, el tiempo queda en suspenso, congelado, y cuando transcurrido más de un año empieza a recuperar cierto hálito de vida, las primeras pinturas que realiza reflejan con absoluta nitidez su estado de ánimo. Los temas no han cambiado, vuelve a los interiores de obras anteriores, pero los objetos que los pueblan han adquirido cierta condición de ofrendas o exvotos, tiernos y dolorosos a la vez, y el tratamiento de las imágenes gravita alrededor de un fuerte componente simbólico, explícito en guadañas, cruces, cráneos o en una de las versiones de La isla de los muertos, de Arnold Böcklin, que cuelga en una esquina de la estancia. El ambiente está saturado de un intenso azul cielo, el color que también suele asociarse a la inmensidad, la espiritualidad y el consuelo.
Necesita sanar, y de ahí que utilice la pintura en un intento por volver a imponer un sentido a la práctica del arte, y consecuentemente a la vida. Del mismo modo que el yo es la suma de los actos de cada individuo, como defendió Derrida, la obra no puede ser otra cosa que el fruto de las experiencias de la autora, la síntesis que revele sus episodios vitales. Además de una manera de pensar con el sentir.
Otras puertas | 2005 | Óleo y acrílico sobre tela | 146 x 97 cm
Las siete ventanas de mi habitación | 2005 | Óleo y acrílico sobre tela | 175 x 125 cm
S. T. | 2005 | Acrílico sobre cartón | 31 x 31 cm
S. T. | 2005 | Acrílico sobre cartón | 27 x 27 cm
S. T. | 2005 | Acrílico sobre cartón | 27 x 27 cm
Gure hiltze | 2005 | Acrílico sobre cartón | 31 x 31 cm | Colección particular