Texto por Rosa Queralt
Formas objetuales con figuras, despojamiento y silencio
definen las propuestas que Idoia Montón realiza a continuación para seguir abriendo perspectivas y posibilidades que contribuyan a esencializar la expresión y a despojar a las imágenes de anécdotas o adherencias sentimentales. Y en las que progresivamente son menos detectables los modelos de partida o las alusiones a motivos concretos. El deseo de simplificar la composición la lleva también a alejarse del cromatismo intenso de otros períodos –el recurso del collage manteniendo el tono original del material pegado supone prácticamente la única nota de color-. Apunta este conjunto de trabajos a una síntesis extrema por su concisión, sus formas breves –a veces casi fugaces-, su proximidad a la idea de vacío y sus ecos ambiguos, aparte de sugerir –como en alguna pintura del grupo anterior- cierta insinuación a lo velado y lo elíptico.
Si bien por momentos parecen invocar aquel silencio que el arte reclama cuando se quiere desvelar el misterio que emana de determinadas obras, la energía tiende a tomar cuerpo, aunque se repliegue en lugar de expandirse –no hay energías amorfas, las formas son siempre encarnaciones de energía-. Paradójicamente, su fuerza se apoya igualmente en su economía de medios, en la determinación de una mínima materialidad para reconstruir apariencias, más que estructuras o signos. Y cuestionan, por otro lado, categorías antagónicas como presencia y ausencia, permanencia y transformación, silencio y resonancia. Un nuevo cambio de rumbo comienza a vislumbrarse en el horizonte.