Texto por Rosa Queralt
Noche de verano | 1992 | Acrílico sobre tabla | 45 x 190 cm
Prosiguiendo las indagaciones sobre la pintura plana
llevadas a cabo por la artista, reencontramos el clima de sus obras de formación, en las que sigue primando temáticamente el espíritu fabulador y los escenarios de ficción procedentes de evocaciones literarias. Ahora, sin embargo, sitúa la acción preferentemente en paisajes naturales, la plasmación de los cuales sigue dando la sensación de planitud. Evoluciona también al usar exclusivamente acrílicos –que habían aparecido tímidamente en algunas obras anteriores- en lugar de papeles recortados, lo que libera y enriquece tanto las propiedades cromáticas como la estructura del cuadro.
Evidencian progresivamente estos trabajos su acercamiento a la naturaleza como forma de incorporar la realidad del entorno a la pintura, al mismo tiempo que insisten en su preocupación por los aspectos espaciales, que la impulsan a investigar sobre la materialidad de los soportes –incorporando las sugerencias provenientes de los accidentes de la madera reciclada- y a experimentar con sus formatos, además de continuar explorando los planos que se generan sobre la superficie de la pintura. Entre el equilibrio derivado de una mayor confianza técnica, por un lado, y la tensión y las dudas implícitas en la práctica del arte cuando existe la firme voluntad de seguir creciendo, por otro, juega a contraponer espíritu y materia, idea e imagen, objetividad e imaginación, concepto y forma, espacio y tiempo. Estas obras representan el intento de expresar tales dicotomías y, por tanto, hacerlas reales y comunicables.
La basura de las ciudades | 1992 | Acrílico sobre tabla | 57 x 96 cm
La princesita suicida | 1992 | Acrílico sobre tabla | 34 x 53,5 cm